Leyenda
La Dominus es más que un secreto bien guardado: es un auténtico regalo del cielo que se transmite a lo largo de los siglos.
La cerveza de los monjes
«Bendice, oh Señor, esta nueva cerveza, que te ha complacido a tomar el grano de la ternura que podía ofrecer a la humanidad un remedio saludable: haz que, por la invocación de tu santo nombre, cualquiera que la beba alcance la salud del cuerpo y la protección del alma». Con el sentido peculiar de estas palabras rezaba la bendición de Arnulfo de Soissons, santo patrón de los fabricantes de cerveza.
Ésta es su historia.
En la antigüedad, la enfermedad sacudió la vida de una serie de sacerdotes que se dieron a la oración. Desesperados en su necesidad de hallar un remedio, sin saber qué hacer y tratando de combatir los asaltos del mal, decidieron abandonar sus dominios y embarcarse en un largo periplo lleno de dificultades.
Durante su camino, se toparon con un pedigüeño que apenas rogaba por un poco de comida para sobrevivir a las sacudidas del calor. Los monjes decidieron venir en ayuda de este pobre hombre y le ofrecieron como avituallamiento lo que les quedaba. La realidad, en cambio, era otra: este hombre era un enviado del cielo cuya misión consistía en poner a prueba la sabiduría y la bondad de los hombres piadosos.
Nada más amanecer, el mendigo había desaparecido dejando tras de sí un grimorio empolvado. Los sacerdotes consultaron el viejo libro y descubrieron la receta de la cerveza Dominus. Con el corazón lleno de esperanza, regresaron a su monasterio y elaboraron el brebaje divino. Al cabo de varios meses, lograron llevar a cabo las consignas de la receta a la perfección.
In Cervisia Veritas
A fuerza de coraje y tenacidad, consiguieron obtener una cerveza de alta fermentación extraordinaria. Convencidos de que esta bebida estaba bendecida por los dioses, la ofrecieron a sus hermanos convalescientes, quienes recuperaron la esperanza primero y, después, rápidamente, la salud.
El rumor se expandió por las comarcas aledañas. Los habitantes del pueblo llamaron a las puertas del monasterio para probar esta cerveza milagrosa. Conquistados por sus aromas excepcionales y su potencia, volvían a sus casas con barricas enteras.
La leyenda de la Dominus había nacido y la expresión In Vino Veritas no tardó en ser reemplazada por In Cervisia Veritas.
Mucho después ya, unos sacerdotes de la orden de los cistercienses de la extricta observación, pertenecientes a la abadía de la Grande Trappe, se hicieron cargo de la receta. Ahora, la Dominus se sigue elaborando respetando totalmente la tradición. ¡Dominus Vobiscum!